El cuerpo de Adela Cárdenas Vásquez fue quemado, cercenado y enterrado en 1996. Veinte años después de su asesinato, en Sucre y Yotala la evocan como la “Mamita Adela” y la veneran como un alma caritativa y milagrosa.
(ANF).- El 12 de noviembre de 1996 el cuerpo de Adela Cárdenas Vásquez fue quemado y cercenado. Murió víctima de la violencia machista. Veinte años después, su espíritu permanece intacto.
Tuvo una muerte violenta. Vidal Cruz, su marido, la golpeó con una piedra hasta provocarle la muerte. Luego la quemó, cercenó y diseminó sus restos entre un descampado de la comunidad de Totacoa, municipio de Yotala y, en su propio domicilio, en la ciudad de Sucre.
Cuando ocurrió su muerte tramitaba ante la Defensoría de la Mujer la asistencia familiar que por ley le correspondía para garantizar la manutención de sus ocho hijos e hijas que quedaron a su cargo luego del divorcio. La venganza cruel y despiadada de su marido le impidió cumplir su resolución de iniciar una vida libre de violencia.
Su asesinato conmocionó a la población sucrense y su historia se expandió por varias provincias de Chuquisaca. No se sabe en qué momento su espíritu se apropió de la devoción de quienes profesan la religión católica, pero piedra a piedra, en el mismo descampado donde su asesino enterró partes de su cuerpo, en la comunidad de Totacoa del municipio de Yotala, a 15 kilómetros de Sucre, empezaron a levantar una apacheta que, con los años, se transformó en un santuario.
La imagen de Adela Cárdenas Vásquez reposa al pie de una imagen de la Virgen de Guadalupe en la ermita que construyeron al borde de la carretera quienes creen en sus milagros. Nunca le faltan flores y cada lunes llegan en romería a rezarle sus oraciones y formularle sus peticiones. La “Mamita Adela” siempre está iluminada por los cirios de sus peticionarios, que buscan protección para una infinidad de aflicciones personales y familiares, hombres y mujeres de todas las edades entre quienes destacan transportistas que viajan confiados en que les brindará protección mientras transitan por esa carretera.
El tributo a Adela no se manifiesta sólo en las afueras de la capital. Parte de sus restos están enterrados en el Cementerio General de Sucre. Su tumba, ubicada en una esquina del segundo patio del campo santo, es una de las más visitadas. Siempre tiene flores frescas, y muchas velas, rosarios y crucifijos adornan su nicho, que además está cubierto con placas de agradecimiento por los milagros concedidos.
El Centro Juana Azurduy, una organización no gubernamental que trabaja por los derechos de las mujeres, ha bautizado con el nombre de Adela Cárdenas el observatorio encargado de monitorear y exigir rendición de cuentas a las instituciones a cargo de prevenir y sancionar la violencia contra las mujeres y el feminicidio. El elenco de Teatro el Animal de Sucre le rinde tributo con la obra “Adelita”, una recreación dramática que se divulga en centros educativos y en espacios públicos para denunciar la violencia machista.
Vidal Cruz, el hombre que la mató fue sancionado con 30 años de cárcel sin derecho a indulto por el delito de asesinato, en 1996 la legislación boliviana no había instituido aun la figura penal de feminicidio. Cumple condena en el penal de San Roque, y desde el límite del casco histórico de la ciudad de Sucre ha irrumpido en varias oportunidades en la escena pública como representante de los más de 500 internos de esa penitenciaria.
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