martes, 1 de noviembre de 2016

NICOLÁS MOLINA TAGLE, EL NIÑO TARIJEÑO FICHADO POR EL RIVER PLATE

Tiene nueve años y fue elegido entre dos mil postulantes argentinos. Él tiene nacionalidad boliviano-argentina, pero radica en Tarija. Se lo conoce como "el Mago" porque aparece y desaparece en la cancha. Su principal habilidad es convertir goles.

Fátima López Burgos, especial para ANF
Tarija, 29 de octubre (ANF).- Nicolás Molina Tagle tiene nueve años, destaca por sus ojos negros profundos y pestañas tupidas; sus dientes blancos contrastan con el bronceado natural de su piel.

Creció leyendo historias bíblicas de Sansón y David y Goliat que fueron una inspiración para perseguir sus sueños. Según sus maestros, es un destacado y disciplinado alumno, cuyo desempeño se luce en las materias de ciencias sociales. Cursa el Cuarto A del colegio La Salle de Tarija.

Los inicios
  
Desde los cinco años, Nicolás ya estaba parado en una cancha de fútbol, el entrenador le ordenaba que se moviera, orden que luego de unos años fue comprendida en su totalidad y desde entonces no ha parado de moverse y convertir goles.

Con el apoyo de sus padres, ingresó a la escuela de fútbol “Bicentenario” en la zona de Tabladita, posteriormente integró la escuela de fútbol “Los Cancheritos”, donde descubrió su aptitud como centro delantero y un don especial para los goles.

Junto a este equipo logró ganar varios campeonatos locales e internacionales en Tarija y el norte argentino, donde Nicolás, en su calidad de centrodelantero, convertía goles, hecho que en la escuela le valió el apodo de “Mago”, por esa cualidad de aparecer y desaparecer de un extremo a otro en la cancha.
Cuando los goles tardan en llegar, sus compañeros en tono de broma afirman: “le falta polvareda”.

El fichaje

Nicolás es rápido y ágil a tal punto que su entrenador llegó a decir que prácticamente tenía la pelota pegada en los pies, destreza que le valió, el pasado 14 de octubre, conseguir ser fichado por el Club Atlético River Plate de Argentina.

Arnaldo Molina, su padre, relata emocionado que todo empezó en el norte argentino, cuando los cazatalentos salieron en busca de potenciales jugadores para el plantel de River Plate. Nicolás Molina, su hijo, fue considerado en la convocatoria gracias a su doble nacionalidad boliviano-argentina que le permitió participar en las pruebas para finalmente terminar  fichado en Buenos Aires.

La primera prueba se realizó en Orán, provincia de Salta, con la participación de más de 2.000 niños, la segunda se realizó en Jujuy con el concurso de 700 pequeños, de los cuales sólo 12 resultaron seleccionados y dos fichados: Nicolás Molina de Bolivia y otro niño de Paraná, Argentina.

Cuando Nicolás puso los pies en el estadio monumental de River Plate en Buenos Aires sintió que el corazón se le salía del pecho, siempre fue hincha de River y por tanto llegar a este campo deportivo significó mucha alegría, un sueño cumplido, no sólo para él sino también para su padre que lo acompañó en esta travesía deportiva.

“No hay apoyo efectivo para niños con talento, todo esto lo logramos con el apoyo de mi familia invirtiendo recursos propios”, comenta Molina

Sus familiares aseguran que con entrenamiento, disciplina y constancia Nicolás podría llegar a ser un jugador destacado.

Un crack prometedor

Nicolás admira al sueco Zlatan Ibrahimovic y al polaco Robert Lewandowski por su garra y por ser unos excelentes delanteros. Los sigue a través de partidos y trata de imitar y reproducir las jugadas.

Tras el fichaje, Nicolás puso su firma y mientras lo hacía pensó que si logra triunfar en el fútbol como hasta ahora, invertirá todo ese dinero para beneficiar a niños pobres de Tarija y ayudar a gente de escasos recursos. 

“Los gauchos después de la segunda prueba en Jujuy me dijeron que mi trabajo era bueno y que les gustaba y por eso me dieron la oportunidad de ir a Buenos Aires. Del grupo seleccionado era el más pequeño en edad”, relata. 

Nicolás está de regreso, no puede creer lo que está viviendo, ha retomado sus clases en el colegio y está empeñado en recuperar la semana perdida de estudios, bajo el aliento de sus compañeros de curso y profesores que comparten su felicidad. El próximo año, su madre debe viajar a Buenos Aires a firmar el contrato y cuando Nicolás cumpla 12 años tendrá que irse a vivir y a entrenar con el River Plate.

Nicolás quiere que otros niños sigan sus pasos y puedan lograr que sus sueños.

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