Recorrió kilómetros de bosques, rescató varios animales y a algunos
ya nos los pudo salvar. Por eso sufrió, lloró, se descompensó, hasta se
desmayó y se indignó por lo que, dice él, es capaz de provocar la
especie humana y se lo mostró al mundo.
ERBOL
Jerjes Suárez es un médico veterinario, zootécnico y cirujano que
creció cerca de los bosques de Roboré. Pero ante todo, es un amante de
los animales y de la naturaleza. Por eso no pudo aguantar el dolor de lo
que vio y llevó a varios periodistas nacionales e internacionales a la
zona de desastre para que lo atestigüen.
La triste escena de un pejichi (una especie de tatú o armadillo)
desesperado y desorientado, corriendo a tumbos en medio de un entorno
gris y negro que antes fue su casa, el bosque seco, dio la vuelta al
mundo e incluso se convirtió en la “imagen de la semana” en un
prestigioso medio británico.
“Yo lloré verdaderamente, soy una persona muy fuerte, pero me causó
mucho dolor ver a los animales quemados y verlos sufrir, ver el dolor de
los animales, la especie humana va a recibir un castigo”, manifiesta el
doctor Suárez, un cirujano que creció en el campo y que está
acostumbrado a operar y a atender animales heridos.
“El ser humano es el causante de los focos, de eso no hay duda”,
asevera el veterinario que, igualmente, pertenece a una familia de
ganaderos y por eso sabe de lo que habla.
“Ha muerto el 80% de toda la fauna”, alerta Suárez. Venados, osos
hormigueros, tortugas, urinas, cerdos troperos, tatúes, piyos, petas,
osos tamandúas, antas, pejis, pejichis (especies de armadillo), pumas,
jaguares e incluso aves, son algunos de los animales que el veterinario
en algunos casos rescató; en otros, vio expirar su último aliento o
simplemente son especies que sabe que habitan ese bosque seco y ya no
los pudo encontrar más.
Las fotos de familias completas de animales calcinados, de una hembra
que se carbonizó cuando estaba a punto de dar a luz, de un oso
hormiguero quemado de pie, de un ave atrapada, son algunas de las que
conmovieron en las redes sociales y que hicieron visible las denuncias
de Suárez.
“Me atrevo a decir que muy poca fauna se salvó”, afirma el médico que
ya está más de 40 días afanado en el rescate de animales y de vida
silvestre del Parque Ñembi Guazú, el área protegida más joven de
Bolivia.
A solo 23 kilómetros al sur de Roboré, ya en el territorio de la
Autonomía Indígena Guarani Charagua Iyambae, en la que también habitan
los indígenas ayoreos, se encuentra esta área protegida que conecta
otras reservas de vida silvestre: la del Kaa Iya y la de Otuquis, ambas
son Áreas Naturales de Manejo Integrado y por si fuera poco, también
tienen estatus de parques nacionales.
Si bien esta zona ya pertenece al Chaco, se encuentra más cerca de
Roboré, entre la Chiquitanía este y el Pantanal porque la capital de
territorio que gestiona ese parque, la localidad de Charagua, se
encuentra a casi 500 kilómetros de la zona afectada; por eso Suarez
apunta: “Somos el auxilio más cercano que pueden tener en esta zona”.
El médico asimismo atestigua que los animales están todavía
sufriendo, que se ven animales carbonizados que todavía están vivos
andando, explica que esto sucede por efecto de los vientos que
propagaron el fuego y aumentaron los daños en animales.
“Pocos han logrado huir porque el fuego era con viento y se han
carbonizado”, testimonia el zootécnico, quien igualmente relata que ha
llevado a la zona más de 10 biólogos de distintas entidades nacionales e
internacionales y revela que “muchos han salido con depresión y
descompensación”.
“Es muy diferente ver la foto y otra cosa es estar ahí. Ver el
ambiente y el olor fétido y nauseabundo”, describe el experto al
reflexionar que muchos al vivir esa experiencia recién dan cuenta de la
magnitud del desastre que califica como un “desastre catastrófico”.
Relata, por ejemplo, el rescate de unas tortugas en una zona de
fuego, las que tendrá que llevar a otra área que ya esta quemada, pero
que tiene algo de río y en la que hay alguna posibilidad de que puedan
sobrevivir, estima.
Volviendo a los animales que no se salvaron, el animalista menciona
los casos de las especies que sí podían huir pero que se vieron
atrapados por el fuego. Es el caso, por ejemplo, del cerdo tropero, del
que atestigua que “puede huir, pero está carbonizado”.
“No se encuentran ni hormigas, no han sobrevivido”, lamenta el
naturalista que asegura que siempre comparaba la zona con la sabana
africana por su diversidad biológica y que veía animales por cientos en
esas praderas y bosques.
El parque Ñembi Guazú es una zona que conecta el bosque seco
chiquitano, los bosques chaqueños además del Pantanal y que contiene en
su interior los bañados del Izozog, que en época de lluvia son
importantes humedales y refugios de vida silvestre y en época de sequía
son un paso clave y obligado de muchas espacies.
Suárez ve que los animales sobrevivientes sufren de depresión porque
ya conoce los síntomas: “Atiendo muchos perros con depresión, los
animales también tienen depresión”. Y observa que cambiarlos de lugar
no ayuda mucho porque ello aumenta su depresión.
Pide veda indefinida
Por todo lo que ha visto y ha vivido, el activista y experto pide a
las autoridades que haya una veda indefinida en toda la zona y las áreas
afectadas por el fuego.
Considera que se necesitan al menos 50 años para recuperar lo
sistemas de vida: “Los animales, algunos se reproducen sólo una vez en
su vida”, advierte.
Como conocedor de la zona y como veterinario también cuestiona que
“las personas que cazan son personas que tienen recursos económicos, que
pueden comprarse armas con miras, con vehículos 4x4”.
“No son indígenas las personas que están depredando, son personas con
recursos económicos”, afirma y juzga que no lo hacen por necesidad,
sino “por vicio”.
Por eso plantea al Estado y a los actores involucrados “que se debe
evitar la presencia del ser humano en toda esa área porque es la manera
de ayudar a regenerar” los ecosistemas perdidos.
Propone que se instale un centro para ayudar a que se regeneren las
especies y que puedan ser reinsertados en esos lugares aunque ve muy
complejo que en el país se pueda hacer eso.
Respecto a la flora sugiere que hay que colocar semillas de especies nativas en lo que fue el bosque.
El testimonio de este “holocausto” parece no terminar para el amigo
de la naturaleza. Cuenta el médico que, a través de un dron, pudo
divisar un lugar donde se encontraron alrededor de 150 cerdos quemados,
además de urinas y venados.
También revela que él ya no pudo encontrar ningún jaguar, un animal
endémico de la zona; el veterinario cree que quizá los felinos hayan
podido migrar pero advierte que se anda 100 kilómetros y no encuentra un
solo lugar donde estos animales se hayan podido resguardar, pese a que
el parque abarca aproximadamente 1 millón trescientas mil hectáreas.
Reflexiona este amante de la fauna que, si a los animales domésticos
cuesta salvarlos, cuesta aun más salvar a los silvestres porque ellos
mismos temen que el causante de esa desgracia en su propia casa fue el
ser humano, según sus palabras.
Por ello pide una veda con graves sanciones a esos que les gusta cazar por deporte.
“Fuera del tema político, tiene que haber una política seria,
pongamos las manos a tratar de cuidar porque ya es lo último que nos
queda”, suplica el médico veterinario que dice que lo demás ya fue
invadido.
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